Libros del Perro Negro, 2013
Los lugares de paso son una instancia que rompe con lo
cotidiano, la vida civil o la rutina que un sujeto fija su vida para cumplirla,
forjándose para ellos. El servicio militar obligatorio, psiquiátricos
hospitales comunes, la cárcel son lugares donde nadie quiere estar, pero
siempre alguien cae, y cuando pasa se entra en otros códigos, formas de vivir,
otras costumbres. Regímenes nuevos con nuevas reglas, nuevos compañeros que con
su experiencia te harán sentir novato, con autoridades que se impondrán como
tal, casi siempre con violencia. Este libro “Máximas de Seguridad” de Jhafis
Quintero, se presenta como un pequeño “Arte de la Guerra” sobre la cárcel y su vida
en ella. El cómo comportarse, qué hacer y acción tomar en situaciones claves,
consejos para la batalla, qué piensa tu enemigo, conocerle para luego saber qué
hacer con él, en espacios cerrados, de pensar rápido, donde eres tú o él, y con
los compañeros de castigos como jueces en todo momento. Ser el sapo, el de los
mandados o ser el tipo al que no se le jode depende de cómo salgas de la pelea,
cómo marcas tu territorio. Patrones de conducta con los que se gana o pierde el
respeto, única moneda de cambio válida donde el dinero aparenta no existir.
Este manual, que en sí es más que un manual, por su calidad
literaria y por su razonamiento filosófico, con los códigos y situaciones
propios de la cana. Escrito por Jhafis Quintero (1973), panameño, pero con su
trabajo artístico desarrollado en Costa Rica, tanto en instalaciones de video,
performances, pintura, aparte de la escritura. Algunos de estos también
relacionados con el régimen penitenciario costarricense. De ahí su trabajo
cercano con los reclusos, no viniendo su interés por haber sido uno. Dato no
menor por la extrapolación y distancia que puede tomar un sujeto que no padece
del trauma ni escribe desde sus secuelas.
En “Máximas de Seguridad” existe un hablante que se dirige a
un primerizo sobre las pautas que tiene que seguir para conseguir algo de
experiencia en un medio donde se tiene que aprender rápido y sin cometer
errores, en un medio hostil donde las palabras encierro, soledad, resignación
son tal y se vuelven violencia. Violencia como respuesta a todo en un entorno
donde el amor no existe porque no hay familia ni mujer que pueda darlo.
Entonces aquí este libro es una ayuda grande, a tan punto que como acción
poética (acciones poéticas de verdad) fue repartido en diferentes penales de
Costa Rica.
Otro punto a favor de “Máximas de Seguridad” es que no cae
en el juego fácil de construirlo con un lenguaje canero local, como por si el autor fuese chileno y escrito en coa. Algo poco entendible para
cualquiera que no lo use y lo haría demasiado apegado a un territorio, sin
posibilidad de salir, restándose a sí mismo sus posibilidades. El libro se
construye con un castellano claro, directo, con palabras comunes (como debería
de ser todo lo se escriba). Entonces el texto le sirve tanto al preso de San
Miguel de Santiago, al reo de San Pedro en La Paz, Bolivia, o a cualquier
villero gaucho caído en mala suerte. Pero más allá de entendible y universal en
un libro útil para cualquiera. Así como el ya mencionado “Arte de la Guerra” de
Sun Tzu, guardando las diferencias del caso de la China Antigua, donde por
medio de el combate y estrategias militares enseña a cómo pensar en la batalla,
el conocimiento del enemigo por medio del estudio y con eso saber cómo atacarlo
y defenderse de él, entrega una sabiduría y filosofía más allá de los códigos
marciales, siendo aplicables hasta nuestros días para cada uno de nosotros en
nuestra vida cotidiana, “Máximas de Seguridad” se comporta también como un manual de medidas
para “conocer a tu enemigo mejor que a ti
mismo” con un conjunto de consejos para
“evitarle molestas e innecesarias complicaciones, le ahorrará mucho tiempo de
aprendizaje, que de otra manera le puede llevar la vida”(pág.2,
introducción), desde el momento
cuando ya no hay salida y la cárcel cae cuando se ve al paco, hasta cuando la
palabra Libertad pasa de ser de un deseo a un estado. Recomendaciones varias como:
Observe el crecimiento de los hijos de
sus compañeros durante los años, así podrá orientarse en el tiempo y el
espacio. (pág.28)
Este libro que pasa las 50 páginas lleva ilustraciones
hechas a tinta y un sólo un color acompañando cada uno de los momentos o
consejos que narra. Dibujos toscos como salidos de un cuaderno de adolecente,
adolecente posiblemente preso, sin más distracción que este mismo cuaderno.
Pero ilustraciones concisas, apropiadas a la narración con la que hace alusión,
a veces explícitas y representativas de la situación, como el esconder un
cuchillo en la pared de la celda, y en otras con sutileza, como el mostrar sólo
una silla vacía refiriéndose a las visitas que ya no te volverán a ver.
Un libro inteligente por donde se le mire, sin grandes
pretensiones, pero que logra tener un valor literario y ser útil a la vez. Algo
tan difícil para las poéticas y narrativas actuales que hablan tanta paja sin
decir nada. Un gran acierto de los Libros del Perro Negro y de la
organización 81 Razones, creada por los familiares de las víctimas de la
masacre de la cárcel de San Miguel de traer este libro desde Centro América a sus
manos, ya sea usted estando a la sombra o para los que por ahora dicen estar
libres desde el otro lado de la reja.