21 junio 2009

Raso, por Ernesto González Barnert

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Partimos celebrando la aparición de este libro, el que Balmaceda Arte Joven y Rodrigo Hidalgo (Coordinador Área Literatura) se hayan decidido a dar pie a este notable e imprescindible poemario para tantos. Esos que sabemos que hoy la verdadera Universidad es una colección de libros. Libros como éste. Que conservan la eficiencia del lenguaje. Es decir, lo mantienen preciso, lo mantienen claro.


Como asiduo lector, uno siempre espera milagros, es decir, toparse a obras ineludibles. Porque un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano. Más allá de los Feuillet de la época. Payasos que siguen la vieja estrategia de desacreditar la época anterior para hacerse un nombre, se escudan en alguna minoría cultural, sexual, política o social solo para blindarse de algún comentario literario o de sentido común. Nos solazan con burdas argumentaciones y clichés de moda que no resisten análisis como aconsejar escribir y publicar todo lo que salga, escribir mal como un valor. Hacen ladrillos que son un puro atentado al árbol, a la inteligencia humana. Contra eso y mucho más obras como ésta se aplauden de pie, dan cuenta del abismo que separa la mala literatura de la buena.


Y la buena literatura es en este libro la adaptación de cera de la vida de un raso, de la experiencia del servicio militar, de la soldadesca en general. Y es corrosiva, furiosa sin sentimentalismos(...) Cardani Parra monta esta tragedia soldadesca y anual grandiosamente, olvidando simbólicamente que no es sólo retórica, sino también algo llamado vida. Y es poesía fidedigna, inteligente, admirablemente escrita y perfilada, que faltaba. Donde su propia vida y la de otros rasos es descrita con sensibilidad y hondura, piedad y capacidad de conmoción. Y que no se presta fácil a ninguna posición, a ningún resguardo.


También se agradecen los dibujos de Melba San Martín Lassalle hechos para este libro, una portada y dibujos interiores que evocan el paisaje visceral del desierto, la soledad y mengua emotiva del soldado ante el paisaje tanto exterior como interior, la tensión que cruza una vida que es preparada para la guerra, en el odio al vecino, carne de cañón de intereses aún más oscuros que los que se ponen en tela de juicio en una guerra, a morir por su patria.

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