01 julio 2009

Y si fueras tú también marchando, por Andrés Florit

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Qué puedo decir sobre este libro, sobre este autor que a pesar de su juventud sentíamos la urgencia de que dejara de ser inédito: es uno de aquellos que logran elocuencia y riqueza poética a partir de la observación austera y exacta, certera y vital de la cotidianidad, sea donde sea que el que habla se encuentre. Una poesía que es política porque mira su entorno desde una posición y no porque nos arroja una arenga.






Esto sólo se puede celebrar: me cuesta acometer la tarea de glosarlo. Ya lo hizo de alguna manera Juan Pablo Pereira en su agudo prólogo, donde distingue muy bien, por ejemplo, las diferencias entre la poesía de Carlos Cardani (Santiago, 1985) y la de Bruno Vidal, a quien naturalmente se puede asociar este libro por el estilo claro y por los motivos marciales que leemos en raso, escrito a partir de la experiencia del autor durante unos meses en el servicio militar.






Pero lo que en Vidal es, para bien o para mal, gesto e impostación, en Cardani es nada más que una torción de la perspectiva cotidiana, extrañeza y develamiento: un mirar desde otro lado –desde su lado– lo mismo que podríamos ver todos. O un decir lo que, como colectivo, teníamos en la punta de la lengua. Y decirlo, en este caso, con un lenguaje tan claro como una orden o una súplica, donde no cabe retórica ni impostación.






raso tiene hilos narrativos pero vale por cada una de sus partes, pues en ellas no anida la jerga ni la última moda académica. Son poemas, o quizás un poema de varios episodios, ya que hay un sólo punto en todo el libro: el punto final del último texto. ¿Y de qué hablan? De lo que podría vivir y sufrir cualquiera en cualquier latitud: los límites de la libertad, el sinsentido cotidiano que aquí se viste de capitanes y comandantes, o de odios a quienes ni siquiera conocemos. De la crueldad, la amistad, las ficciones que nos gobiernan y de la fuerza bruta que siempre está ahí, latente, esperando ser solicitada. Es conciso, claro y a la vez cargado, denso en sus significados. Este raso nos va mostrando de forma exacta lo que oye y lo que ve, en torno “a la vida civil que se trunca, a la disciplina marcial que comienza”.






Celebro esta edición de Balmaceda Arte Joven, impulsada por Rodrigo Hidalgo y bellamente ilustrada por Melba San Martín. La celebro porque este libro es necesario, en el sentido de que, por así decirlo, alguien tenía que escribirlo. Y donde tantos otros dan palos de ciego, Carlos Cardani ha dado con el palo en el centro de la piñata.

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