23 diciembre 2009

Raso, por Cristian Pérez

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Texto leído en la presentación de "raso" en Valparaíso, 11 de Diciembre de 2009




Es una suerte mirar por los ojos de este raso los rituales obligados, los personajes dolidos y los otros, los que ordenan, los que ponen en marcha los procedimientos de una tradición incomprensible.



Acercarse al regimiento conociendo sus coroneles, sus cabos, viendo la forma en que se distribuyen en la ducha, los rituales a la hora del rancho, el orden de los dormitorios, la llamada a casa desde las últimas reservas morales, a punto de la fragilidad que podría resultar un despropósito para lo que ya se lleva resistido, mirar a los otros, a los apollerados, a los que lloran y se masturban, no hay sueño posible, dormir es parte de un procesos largo, es una forma de evitar pensar en las sentadillas, para luego ir a la instrucción, para tomar un fusil y recorrer a guijarros la historia bélica del norte, para conocer los míticos guerreros, no desatender ni obviar porque se está allí, aunque a veces todo pierda sentido, aunque finalmente no se sea digno del uniforme que a duras penas se acarrea, aunque aparezca la desesperación, arrancar, o quedarse mirando a los ojos de un alguien, un enfermo, un suboficial que te habla de dios, que en el fondo se preocupa, entonces el desconcierto. Y tomar palco cuando los otros están en el descalabro, y las sensaciones físicas, los rastros del cansancio, los calambres, pertenecerle a alguien que habla en nombre de la patria.



Mirar a través de los ojos de este raso, como desaparece todo, se transforma todo, como la entrada a un castillo, con sus propios códigos, es una suerte, porque aun así, aun con todas las corta pinzas, con todas las formas de castración para con la voluntad, aun así, el testimonio de estos ojos mantienen la cordura, testimonian desde la intimidad extrañada, una suerte de protesta siempre latente, un decir si pero no, la sorpresa estoica como mueca constante, y la risa discreta, discretísima, un humor muy tenue, como una sombra que ronda como un fantasma de otro lugar, como un saludo de la distancia que existe entre esta fortaleza militar y el mundo real, el mundo de este raso que no es indiferente a los chico que forman su regimiento, a los que de algún modo consuela con el recuerdo de hacerlos aparecer en estas páginas, de algún modo apostando por la escritura como forma de desagravio, como lugar desde donde ordenar lo incomprensible.


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