25 octubre 2009

Tiro al blanco en la poesía del raso Cardani

Por Osdmar Filipovich




La lectura de Raso presupone de entrada, una crónica lírica hecha con toda esa irreverencia del poeta inteligente. Sin duda, un verdadero libro de poesía, que demuestra que el uso de complejas figuras literarias y metáforas es solo un lujo que se dan los buenos poetas. Las palabras adquieren un alto precio al instaurar una súper realidad, donde el Yo poético se pluraliza en círculos y se cierra nuevamente sobre la primera voz.


Y es en esa accidentalidad de la contemplación donde se nos revela un mundo a partir de la embriaguez de lo nítido y lo claro que ha fundado Carlos Cardani Parra con ese estilo propio de lenguaje. La mira esta puesta, y la palabra da en el blanco perfecto. La evocación se sitúa de fondo y es en la forma donde encontramos la estructura de una antipoesía sublime. Versos que nos sugieren una especie de anecdotario o diario maldito, en el cual las voces y los cuerpos adquieren la luminosidad y solidez necesarias para darle peso conciso a la estructura de cada texto. Decir lo necesario para provocar lo necesario, como una manera de reflexiones inmersas, acerca el deber, el honor, la patria, el valor, la amistad, el tiempo y la libertad. El poeta va a encarar esa brutalidad relajada de la realidad con un carácter ingenuamente irónico, casi mordaz. Pero antes y sobre todo, debemos recalcar que esa disciplina de la jerga militar también esta funcionando en el uso mismo del lenguaje; esa presencia-voz en cursiva discursiva de los superiores y los camaradas. Y es que en los poemas vemos que por más despiadados puedan parecer algunos pasajes, éstos no apuntan hacia lo hostil, como podría confundirse, sino más bien hacia un júbilo de la memoria. Y es que Raso aparte de presentar un desfile de imágenes sobrias también es una colección de mortalidades, siendo que más allá de la primera lectura, se hace necesario volver las hojas para identificar esa virtud de la sorpresa, donde vamos a encontrar la médula misma de la poética de este joven autor y promesa chilena. Versos que nos sitúan frente a una ambigüedad exquisita respecto a la historia; como ese no ser culpable de ser un ganador. Ya que es de apreciar esa faceta sarcástica del poeta venido de una orgullosa tradición bélica, por ejemplo, ante el Perú. Como cuando lo encontramos siendo aparentemente indiferente a la gloria militar solo por puro placer y una sutil vanidad. Es así entonces, como todos estos elementos están funcionando bajo ese afán de retratar fidedignamente un desgarramiento (coloquial) del soldado. La fuerza de la experiencia, cediendo ante la conciencia inevitable del joven servidor. Y ya volviéndonos a situar dentro esa constitución del Yo poético también apreciamos que esa figura del creador ingenioso vuelve constantemente y baila en todos los sentidos, a medida que la línea temporal del poemario marcha sobre las páginas con esa genialidad lúdica, llena de chilenismos, con que han sido elaborados artesanalmente cada uno de los versos. Naturalidad propia sólo de quien ya sabe que domina el arma y donde ponga el ojo pone la bala, por así decir, para retirarse luego del campo de tiro hacia la realidad, con una mueca divina en el rostro. Este soldado-poeta que volverá a la vida civil después de haber conquistado un tiempo del mundo, retratándonos así una escenificación de rutinas, incluyendo todos esos momentos que acobardan como también glorifican. Imágenes siempre bajo aquel sol frío que rostiza las humanidades y calca imágenes imperecederas por esos patios y desiertos que tiemblan ante la palabra reveladora.





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