22 enero 2013

Sobre "Máximas de Seguridad" de Jhafis Quintero





Libros del Perro Negro, 2013


Los lugares de paso son una instancia que rompe con lo cotidiano, la vida civil o la rutina que un sujeto fija su vida para cumplirla, forjándose para ellos. El servicio militar obligatorio, psiquiátricos  hospitales comunes, la cárcel son lugares donde nadie quiere estar, pero siempre alguien cae, y cuando pasa se entra en otros códigos, formas de vivir, otras costumbres. Regímenes nuevos con nuevas reglas, nuevos compañeros que con su experiencia te harán sentir novato, con autoridades que se impondrán como tal, casi siempre con violencia. Este libro “Máximas de Seguridad” de Jhafis Quintero, se presenta como un pequeño “Arte de la Guerra” sobre la cárcel y su vida en ella. El cómo comportarse, qué hacer y acción tomar en situaciones claves, consejos para la batalla, qué piensa tu enemigo, conocerle para luego saber qué hacer con él, en espacios cerrados, de pensar rápido, donde eres tú o él, y con los compañeros de castigos como jueces en todo momento. Ser el sapo, el de los mandados o ser el tipo al que no se le jode depende de cómo salgas de la pelea, cómo marcas tu territorio. Patrones de conducta con los que se gana o pierde el respeto, única moneda de cambio válida donde el dinero aparenta no existir.

Este manual, que en sí es más que un manual, por su calidad literaria y por su razonamiento filosófico, con los códigos y situaciones propios de la cana. Escrito por Jhafis Quintero (1973), panameño, pero con su trabajo artístico desarrollado en Costa Rica, tanto en instalaciones de video, performances, pintura, aparte de la escritura. Algunos de estos también relacionados con el régimen penitenciario costarricense. De ahí su trabajo cercano con los reclusos, no viniendo su interés por haber sido uno. Dato no menor por la extrapolación y distancia que puede tomar un sujeto que no padece del trauma ni escribe desde sus secuelas.

En “Máximas de Seguridad” existe un hablante que se dirige a un primerizo sobre las pautas que tiene que seguir para conseguir algo de experiencia en un medio donde se tiene que aprender rápido y sin cometer errores, en un medio hostil donde las palabras encierro, soledad, resignación son tal y se vuelven violencia. Violencia como respuesta a todo en un entorno donde el amor no existe porque no hay familia ni mujer que pueda darlo. Entonces aquí este libro es una ayuda grande, a tan punto que como acción poética (acciones poéticas de verdad) fue repartido en diferentes penales de Costa Rica.

Otro punto a favor de “Máximas de Seguridad” es que no cae en el juego fácil de construirlo con un lenguaje canero local, como por  si el autor fuese chileno y  escrito en coa. Algo poco entendible para cualquiera que no lo use y lo haría demasiado apegado a un territorio, sin posibilidad de salir, restándose a sí mismo sus posibilidades. El libro se construye con un castellano claro, directo, con palabras comunes (como debería de ser todo lo se escriba). Entonces el texto le sirve tanto al preso de San Miguel de Santiago, al reo de San Pedro en La Paz, Bolivia, o a cualquier villero gaucho caído en mala suerte. Pero más allá de entendible y universal en un libro útil para cualquiera. Así como el ya mencionado “Arte de la Guerra” de Sun Tzu, guardando las diferencias del caso de la China Antigua, donde por medio de el combate y estrategias militares enseña a cómo pensar en la batalla, el conocimiento del enemigo por medio del estudio y con eso saber cómo atacarlo y defenderse de él, entrega una sabiduría y filosofía más allá de los códigos marciales, siendo aplicables hasta nuestros días para cada uno de nosotros en nuestra vida cotidiana, “Máximas de Seguridad”  se comporta también como un manual de medidas para “conocer a tu enemigo mejor que a ti mismo” con un conjunto de consejos para “evitarle molestas e innecesarias complicaciones, le ahorrará mucho tiempo de aprendizaje, que de otra manera le puede llevar la vida”(pág.2, introducción), desde el momento cuando ya no hay salida y la cárcel cae cuando se ve al paco, hasta cuando la palabra Libertad pasa de ser de un deseo a un estado. Recomendaciones varias como: Observe el crecimiento de los hijos de sus compañeros durante los años, así podrá orientarse en el tiempo y el espacio. (pág.28)

Este libro que pasa las 50 páginas lleva ilustraciones hechas a tinta y un sólo un color acompañando cada uno de los momentos o consejos que narra. Dibujos toscos como salidos de un cuaderno de adolecente, adolecente posiblemente preso, sin más distracción que este mismo cuaderno. Pero ilustraciones concisas, apropiadas a la narración con la que hace alusión, a veces explícitas y representativas de la situación, como el esconder un cuchillo en la pared de la celda, y en otras con sutileza, como el mostrar sólo una silla vacía refiriéndose a las visitas que ya no te volverán a ver.

Un libro inteligente por donde se le mire, sin grandes pretensiones, pero que logra tener un valor literario y ser útil a la vez. Algo tan difícil para las poéticas y narrativas actuales que hablan tanta paja sin decir nada. Un gran acierto de los Libros del Perro Negro y de la organización 81 Razones, creada por los familiares de las víctimas de la masacre de la cárcel de San Miguel de traer este libro desde Centro América a sus manos, ya sea usted estando a la sombra o para los que por ahora dicen estar libres desde el otro lado de la reja.








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