07 septiembre 2011

Historias y versos: La vida de un raso



Por Javier Valenzuela




“Si ven que este cuento está a un nivel de alto riesgo, muy sencillo, tendrán que ver si con las fuerzas policiales alcanza. Si no, tendrán que pedir ayuda a las Fuerzas Armadas” dijo el alcalde de Santiago, a propósito de las protestas estudiantiles (y ciudadanas) de este 2011. Curioso es entonces, leer y comentar el libro de Cardani, en este contexto hermosamente caótico, lleno de melancolía y revuelta, prácticamente un poemario de historia que bien podría ser leído y analizado a la espera de la marcha o el guanaco.



Carlos Cardani Parra el autor, Raso (Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2009) el poemario. A tientas, es un relato empírico sobre lo que significa tener la adolescencia justa y perfecta, aclamarla al servicio de otros y saberlo heroico e ínfimo, ser el suceso de una historia menos trágica que solo el populacho atiende y lo hace con orgullo.



A medidas que fui leyendo Raso, recordé las historias de mis compañeros de curso o amigos que volvían del servicio “voluntario” y contaban vivencias exageradas: de balas que rozaban las cabezas; militares contrabandistas de alcohol y cigarros, de otros bueno pa’ los combos; penurias en el cerro de no sé dónde, con una cebolla, una bolsa de té y un cuchillo y fusiles fantasmales. Relatos sorprendentes, como suele ser la historia militar en Chile o la historia de Chile militar. Crisis social acá es sinónimo de seguridad pintada de camuflaje, tanto en las calles como en los inconscientes (esa colectividad individualista digo) que nos dice quedate piola hueón no es problema tuyo y es ahí un quiebre interesante ya que “ejercito vencedor jamás vencido” no es cliché, ni debería ponerse en duda “señorito”. Los bonitos adelante. Quedan atrás las hazañas como las de Grau y Prat en Chiloé, bandera unida contra España (1861 – 1862) donde mataban brazo con brazo (porque digámoslo, esto no es la utopía de Wilson) o el ya mítico atrincheramiento en la iglesia del pueblito Concepción en Perú con embarazada incluida, pero de escudo, que le dio al Carrera chico ser figura de billete; los saqueos en Lima y sus atrocidades; Los rotos del sur que entre juerga se los llevaron cufifos al norte y mataron hasta con gracia; Condell en Punta Gruesa ordenando disparar a los naufragos opositores o, las palabras de O’higgins sobre nuestros hermanos peruanos: “Soy chileno por cuna y peruano por gratitud”. Por otro lado recordemos que hemos tenido más de un presidente militar y eso tiene que ver con el ser de la identidad país, algo así como el inconsciente, concepto tan manoseado que ya poco significa. Eso, eso no se cuenta, ¡para qué! ¿para darles que decir a los desertores?. Y claramente el texto (Raso) motiva a juicios referente a la historia en común con los del Rímac: “Al otro lado de la frontera/ Alguien aprende cómo matarme/ Pienso esto mientras mi teniente/ No para de repetirnos/ Es tu lema la paz/ Es tu grito la libertad”. Bienvenidos al concepto disciplina y con la perspectiva de lo militar en la vida diaria y también como se vive el vacío, entre vecinos, solo basta con leer el poema “Coronel Bolognesi” crudo y sencillo, tanto como las mentalidades guerreras que algunos nos traen al desayuno.



Volvamos. En Raso logramos fuentes primerizas que se suceden en la realidad atrincherada de este país, además de éstos escenarios fronterizos, la sensibilidades del 5% que no se la puede. Hay versos notables. Es así como Cardani no se fuerza en ser la vedette y da espacio para los momentos de todos, casi como un sartriano. Demuestra a un autor vivencial e imaginativo (como diría José Ingenieros) atento (!) que logra sus poemas, tanto la representación simbólica del patriotismo y sus significantes, como la justificación del acto experimental, sus mismísimos rasos, que poco a poco penetran en el relato y en las valoraciones de su transitar, personajes que se hacen poderosos y logran cantar la opera, representarla a cabalidad de lo que se espera: “Hace cinco días que no come/ La bandeja siempre inmaculada/ Toda la compañía lo ha visto llorar/ Miranda solo en patio de los lamentos…”



Arengas, retos, ironías, miradas y más miradas bien escritas, que a groso modo retraen y desvelan. Una lectura capaz de hacernos ver un desierto y de hacernos sentir el olor a regimiento, de mirar las risas y llantos ajenos (a veces propios). Es un texto deseable para compartir, (infamador si se quiere) para citar en clases de historia, de llevarlo y traerlo al presente como el comodín de la experiencia que uno nunca tuvo. En definitiva, Raso de Carlos Cardani Parra, es un libro integral que me deja grandes dudas en torno a su neutralidad, un pelao’ que nunca quiso serlo y casi lo logra; un verdadero cronista capaz de fijarse en los detalles que de tanto repetirse no son posibles de nacer en un verso.



Por Javier Sepúlveda

Santiago

Agosto, 2011


-


No hay comentarios:

Publicar un comentario